CENTRO CULTURAL SAN FRANCISCO SOLANO
CENTRO CULTURAL SAN FRANCISCO SOLANO. GUATEMALA.Proyectos o iniciativas de ley, reformas y modificaciones, reptan en el sobornable congreso para favorecer los “ideales” de la masa-clase politica

















GUATEMALA.Proyectos o iniciativas de ley, reformas y modificaciones, reptan en el sobornable congreso para favorecer
GUATEMALA.Proyectos o iniciativas de ley, reformas y modificaciones, reptan en el sobornable congreso para favorecer los “ideales” de la masa-clase político oligárquica

Mario Alberto Carrera

Premio Nacional de Literatura 1999. Quetzal de Oro. Subdirector de la Academia Guatemalteca de la Lengua. Miembro correspondiente de la Real Academia Española. Profesor jubilado de la Facultad de Humanidades USAC y ex director de su Departamento de Letras. Ex director de la Casa de la Cultura de la USAC. Condecorado con la Orden de Isabel La Católica. Ex columnista de La Nación, El Gráfico, Siglo XXI y Crónica de la que fue miembro de su consejo editorial, primera época. Ex director del suplemento cultural de La Hora y de La Nación. Ex embajador de Guatemala en Italia, Grecia y Colombia. Ha publicado más de 25 libros en México, Colombia, Guatemala y Costa Rica.

Mario Alberto Carrera
Dos en concreto: 1) Proyecto de ley para sustituir ¿siempre?, la prisión preventiva por domiciliaria y 2) modificaciones al Código Penal y “remiendos y costuras convenientes” (digo yo) a la Ley Contra la Delincuencia Organizada.


Se dictan medidas cautelares en consonancia con el delito cometido (según el juez) para procurar -al máximo- el conocimiento de la verdad aislando al supuesto delincuente de cualesquiera posibilidades de entrar en contubernio -con otros- para protegerlo. (Como el abrigo y asesoría que le brindó su madre al fallecido Barreda, al evaporar el cadáver de la esposa). Ello, pese a la presunción de inocencia a que todos tenemos derecho.
Con tal sentido, y como digo en función de la cuantía del delito y especialmente cuando este fue flagrante, la prisión preventiva, es decir la permanencia en una cárcel constitucional, es imperativa. Pero ahora mismo la señora Silvia Valdés, en su calidad de presidenta de la Corte Suprema de Justicia (¡habrase visto tan insensato sainete repipi en los últimos tiempos!) se ha presentado ante los actores pertinentes (jefes de bloque, creo) para exigir la agilización de la mutación que arriba indico: cárcel domiciliaria en vez de cárcel preventiva ¡para todos!, y seguramente la no reclusión en -ningún caso- de los mayores de 60.
Lo de arriba y sus berrinches y transas de Valdés no tienen sino una lectura: favorecer a todos los miembros del Pacto de Corruptos, de la Red Moreno, de la Oficinita, de la Línea (de la 17 por prostitutas del cohecho) para que salgan ipso facto del cuartel Zavala que incluirá -ejemplos acojonantes- al comandante Tito Arias (terrorista genocida además de ladrón demostrado) a la Baldetti y obviamente a su feligrés el “Fisiquín” -como ella lo motejó con el vocabulario del folklore urbano que la determina.


El asunto # 2 -que arriba indico- es aún más delicado: el de la reclasificación o re etiquetado de las maras o pandillas del común (que puede alcanzar estamentos de crimen organizado) por el de ¡terroristas! Y acaso dentro de esta nueva caracterización, llevarlos a la hoguera o al patíbulo.
Guatemala es un país que sabe mucho de terrorismo. Quienes lo hemos sufrido en carne propia (sobre todo psicológicamente -en mi caso- por ejercer un periodismo incorruptible y tenaz) sabemos de aquellos años procelosos y agitados -o tiempos de llanto y alaridos al alba- en que vimos partir a amigos queridos como Otto René Castillo y en los que vivimos persecución y vigilancia y punición al figurar en listados en los que se nos declaraba muertos -de facto- o de llamadas telefónicas borrascosas en las que se nos trataba de hijos de puta para arriba y se nos amenazaba cruelmente.
Pero aquello es historia que siempre exige memoria y persecución criminal legislada. La clasificación de terrorismo que ¡hoy!, se prohija en el Congreso -a petición ¡directa!, del propio Giammattei- es de perspectiva diferentísima. Es la de poder perseguir a los mareros o pandilleros o cliqueros con abundancia de ventajas para el Estado y para que el Estado pueda ejecutar extrajudicialmente -en limpieza social y sin respeto sobre todo a sus derechos humanos- a todo aquel que así sea reclasificado.
Se trata de una “transvaloración de valores” como decía Nietzsche, y no sólo de delitos. Se trata de volver a aquel sentimiento de suprematismo y de tiranía de la masa oligárquico política, que se siente aseadísima y espléndida (aunque esté llena de excrementos) de cara a las clases bajas, que delinquen ¡precisamente!, porque sus existencias miserables las condenan al silencio violento del hambre, vista en el espejo de la muerte.